Jesucristo: El Mediador Divino entre Dios y el Hombre

En el corazón del cristianismo se encuentra una verdad fundamental: Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios, es el mediador designado divinamente entre Dios y la humanidad.

Esta afirmación encapsula la esencia de la fe cristiana y el misterio de la salvación, ofreciendo una ventana a la profundidad de la gracia divina y al plan redentor de Dios para la humanidad caída.

A través de la encarnación, la vida, la muerte, la resurrección y la ascensión de Jesús, se revela el carácter de Dios y su amor incondicional por sus criaturas.

Este artículo busca explorar la significancia de Jesucristo como mediador, examinando su obra redentora y su papel eterno como Profeta, Sacerdote, Rey, y Soberano del universo.

Encarnación: La Unión de lo Divino y lo Humano

Jesucristo, siendo en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres (Filipenses 2:6-7).

Esta humillación voluntaria es el fundamento de la mediación cristiana.

Al asumir la naturaleza humana, pero sin pecado, Jesús se convirtió en el puente perfecto entre la humanidad y Dios.

Su encarnación no solo revela la profundidad del amor de Dios, que no despreció revestirse de la fragilidad humana, sino que también establece el modelo para la verdadera humanidad, viviendo una vida en perfecta obediencia a la voluntad de Dios.

Cumplimiento de la Ley y Sacrificio Expiatorio

La vida terrenal de Jesús fue un testimonio de obediencia y servicio.

Al cumplir con la ley mosaica perfectamente, demostró que era el justo Siervo de Yahvé, predicho en las Escrituras, cuya vida sin pecado se convirtió en la base para nuestra justificación.

Sin embargo, su obediencia no se limitó a la vida; se extendió hasta la muerte, incluso la muerte de cruz (Filipenses 2:8).

En su sacrificio expiatorio, Jesús asumió el castigo por nuestros pecados, ofreciéndose a sí mismo como el Cordero sin mancha que quita el pecado del mundo.

Su muerte en la cruz no es solo el centro de la historia de la salvación, sino también la manifestación suprema del amor y la justicia de Dios, reconciliando a la humanidad consigo mismo.

Resurrección y ascensión: La victoria sobre la muerte y el pecado

La resurrección de Jesucristo al tercer día es el sello divino de aprobación sobre su sacrificio y una declaración poderosa de su victoria sobre la muerte y el pecado.

Esta victoria no solo valida todo lo que Jesús enseñó y realizó durante su ministerio terrenal, sino que también garantiza nuestra esperanza de resurrección y vida eterna.

La ascensión de Jesús al cielo, donde se sienta a la diestra del Padre, marca el inicio de su ministerio celestial como nuestro gran Sumo Sacerdote que intercede por nosotros.

Desde esta posición de autoridad y honor, Jesús continúa su obra mediadora, asegurando que las bendiciones de su sacrificio redentor sean aplicadas a todos los que confían en él.

Jesucristo: Profeta, Sacerdote, y Rey

La mediación de Jesucristo se extiende a través de sus oficios de Profeta, Sacerdote, y Rey.

Como Profeta, Jesús reveló definitivamente la voluntad de Dios para la salvación de la humanidad y continúa hablando a su pueblo a través de su Palabra y Espíritu.

Como Sacerdote, él ofreció el único sacrificio efectivo por los pecados y ahora intercede por los creyentes ante el Padre.

Como Rey, él gobierna sobre su iglesia y sobre el universo, guiando y protegiendo a su pueblo hacia la consumación de su reino.

Soberano del universo

La soberanía de Jesucristo sobre el universo es una afirmación de su divinidad y señorío absoluto.

Todo poder le ha sido dado en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18), y él reina sobre todas las cosas para la iglesia, su cuerpo (Efesios 1:22-23).

En su gobierno, Jesús está activamente involucrado en dirigir la historia hacia su destino final, cuando todas las cosas serán sometidas bajo sus pies y Dios será todo en todos (1 Corintios 15:28).

Conclusión

Jesucristo, el mediador divinamente designado entre Dios y el hombre, es el centro de la fe cristiana y la esperanza de la humanidad.

Su obra redentora abarca su encarnación, vida sin pecado, muerte expiatoria, resurrección victoriosa, y ascensión gloriosa, culminando en su ministerio celestial actual como Profeta, Sacerdote, Rey, y Soberano del universo.

En Jesucristo, Dios ha provisto el único camino de salvación, invitando a todos a recibir por fe el don de la vida eterna.

La mediación de Cristo asegura que, a pesar de nuestra rebelión y pecado, podemos ser reconciliados con Dios, vivir bajo su señorío redentor, y esperar con confianza la plena salvación de su reino.

Así pues, si nos arrepentimos de corazón de nuestros pecados delante de él, tenemos un ancla segura para nuestras almas, una fuente inagotable de gracia y verdad, y la promesa segura de una eternidad en la presencia amorosa de Dios.

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