Observancia de la Cuaresma

La Cuaresma, un período de cuarenta días que precede a la Semana Santa, ha sido una práctica arraigada en la tradición católica durante siglos.

Sin embargo, desde la perspectiva bíblica, la observancia de la Cuaresma plantea una serie de preocupaciones teológicas y prácticas que merecen un análisis crítico.

En este artículo, exploraremos algunas de estas preocupaciones y reflexionaremos sobre la Observación de la Cuaresma

La Cuaresma y la Biblia

Desde una perspectiva bíblica, la Biblia es la autoridad suprema en cuestiones de fe y práctica.

Si bien la Cuaresma puede tener raíces históricas y tradiciones profundas, muchos cristianos cuestionan su base bíblica directa.

A diferencia de las festividades como la Navidad y la Pascua, que están respaldadas por relatos bíblicos específicos, pero que tampoco es una ordenanza, la Cuaresma no tiene una base escritural explícita.

La falta de una fundamentación bíblica clara puede llevar a los creyentes a cuestionar la relevancia y la validez de observar la Cuaresma como una práctica espiritual legítima.

En lugar de seguir esta tradición, los protestantes a menudo enfatizan la importancia de centrarse en los principios y enseñanzas bíblicas directas para su vida espiritual y práctica cristiana.

Legalismo vs. Gracia

Otra crítica común de la Cuaresma desde la perspectiva evangélica es su tendencia a fomentar el legalismo y la salvación por obras en lugar de enfatizar la gracia salvadora de Dios a través de la fe en Jesucristo.

La práctica de la Cuaresma a menudo implica la abstinencia de ciertos alimentos o actividades como una forma de penitencia y preparación espiritual para la Semana Santa.

Si bien el autocontrol y la disciplina espiritual son valores importantes en la vida cristiana, los evangélicos tienden a enfatizar que la salvación es un don gratuito de Dios que no puede ser ganado a través de obras humanas.

La observancia de la Cuaresma puede llevar a una mentalidad de «ganar» mérito espiritual a través de sacrificios personales, lo que contradice la doctrina bíblica en la salvación enteramente por gracia mediante la fe en Jesús.

La prioridad de la relación personal con Dios

Para los cristianos evangélicos, la relación personal con Dios a través de Jesucristo es el corazón de su fe.

La Cuaresma, con su enfoque en prácticas externas de penitencia y ayuno, puede parecer un sustituto de esta relación íntima y transformadora con Dios.

En lugar de enfocarse en rituales religiosos temporales, los evangélicos a menudo priorizan el cultivo diario de una vida de oración, estudio bíblico y servicio a los demás como expresiones de su fe.

Además, la Cuaresma a veces puede desviar la atención de la verdadera esencia del cristianismo, que es el amor de Dios manifestado en Jesucristo y compartido a través del Espíritu Santo.

En lugar de obsesionarse con observancias externas, es más bien, según las enseñanzas de los apóstoles de Cristo, la importancia de una fe viva que transforma el corazón y la vida de la persona para buenas obras.

El valor de reflexión bíblica

Es conveniente decir que la reflexión espiritual de cada persona es pertinente en todo tiempo y no en una ocasión festiva como la Cuaresma.

En lugar de enfocarnos en prácticas externas sin ninguna eficacia espiritual que nos acerque a Dios, las personas pueden encontrar el verdadero acercamiento en Jesús.

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí (Juan 14: 6). Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera (Juan 6: 37).

Conclusión

La Cuaresma diluye el sentido de la reflexión bíblica eficaz para cada persona, por eso no es una buena práctica y, además, carece de valor trascendental con relación a una comunión genuina con Dios.   

Al centrarse la reflexión a la luz de la Palabra de Dios, la persona encontrará su verdadera y más profunda situación ante el Dios revelado en Cristo.

Y no será más situaciones de ritos en ciertas temporadas como la Cuaresma que no ayudan al estado espiritual, sino que será una completa comunión segura y permanete con Dios, aún más allá de la muerte.

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